jueves, 20 de enero de 2011

lunes, 17 de enero de 2011

Juan de los Muertos.

Un zombie es un cóctel que mezcla tres tipos distintos de ron. Su nombre ya es una advertencia irónica contra su consumo. Combinar en un mismo concepto una bebida tropical y un personaje del cine de terror no puede hacerse más que desde el humor. Así lo entendió en su día el director de cine cubano Juan Padrón cuando convirtió sus comics en la divertida película de animación "Vampiros en la Habana"
Los zombies se asocian en nuestro subconsciente a la cultura cinematográfica anglosajona. “La Noche de los Muertos Vivientes” de George A. Romero, que se inspiraba en la novela “Soy Leyenda” de Richard Matheson, sentó las bases del cine de zombies. Mucho más cercanas en el tiempo: “28 días después” y su secuela, narran la infección zombie de las islas Británicas. El exitoso comic “The Walking Dead” se ha convertido en una serie de televisión y ya tiene incondicionales que la califican como el nuevo “Lost”. La novela de Max Brooks, “Guerra Mundial Z”, cuenta cómo el mundo entero sufre una plaga de zombies que está a punto de acabar con el ser humano como especie. Es un éxito de ventas y sus derechos cinematográficos han sido comprados por la productora de Bad Pitt, a quien probablemente veamos arrancando cabezas de muertos vivientes.
Un ejemplo más de esa proliferación de cadáveres hambrientos, es la película “Juan de los Muertos” que recientemente se ha filmado en la Habana. Como no podía ser de otra forma, se trata de una comedia. Juan es un buscavidas que decide sacar provecho de la epidemia de zombies que infecta la isla y monta un pequeño negocio de exterminio de zombies con el eslogan: “Juan de los Muertos, matamos a sus seres queridos”. No sé cual será el resultado final, pero la idea parece llena de posibilidades. El mero hecho de mostrar una Cuba infectada de muertos andantes constituye en sí mismo una irónica crítica social a un sistema político que trata a sus ciudadanos como si no tuvieran voluntad propia. A fin de cuentas, los zombies son seres que pululan por las calles, cojeando lentamente con la mente en blanco, sin más objetivo que encontrar alimento.
O quizás el paralelismo más apropiado es con el régimen que gobierna Cuba desde hace más de 50 años. Una gerontocracia decadente que se alimenta de las vidas y la muerte de las personas a las que gobierna, como sugiere con humor la escultura de Fidel Castro caracterizado como un muerto viviente, realizada por el artista español Eugenio Merino. El Fidel de Merino es patético pero amenazante. Es divertido como zombie hasta que uno se lo imagina liderando una cohorte de no muertos que acorralan a los que no han podido o no han querido huir de su tierra en una frágil balsa fabricada con neumáticos.

La mezcla propuesta de “Juan de los Muertos”, comedia de terror caribeño, puede parecer extraña a simple vista. Pero la idea de un ser que regresa de la muerte para vagar sin voluntad propia tiene sus raíces en la también caribeña cultura vudú haitiana, de cuyas leyendas obtuvieron inspiración los primeros europeos que imaginaron a los zombies. Incluso la palabra misma podría tener origen africano.
Como curiosidad final: la isla de Cuba tiene un lugar destacado en el best seller “Guerra Mundial Z”. Gracias a su férrea dictadura y a su aislamiento, el régimen castrista logra controlar la epidemia zombie. En cambio sufre la invasión de millones de refugiados norteamericanos. Muchos de ellos, irónicamente, llegan a la isla en balsas. Debido a su situación privilegiada, Cuba se convierte en una de las primeras economías mundiales y la influencia de los inmigrantes hace que finalmente el gobierno se vea obligado a realizar una apertura democrática. Quizás este escenario cubano en la novela de Brooks sea un pequeño homenaje a Romero, creador del cine zombie moderno, cuyo padre, aunque nacido en Galicia, había crecido en Cuba para finalmente emigrar a New York.

jueves, 6 de enero de 2011

Entre Arciniegas y el Che, me quedo con Arciniegas.

Vasco Núñez de Balboa, el primer hombre blanco en ver la costa que separa América del Pacífico comenzó la expedición como un polizón que huía de la justicia, para terminarla como capitán, elegido por los soldados.
Hernán Cortés, que en Cuba obtuvo el mando de una flota con el solo mérito de su habilidad política, conquistó un imperio protegido por cuarenta mil guerreros aztecas apoyado más en sus dotes diplomáticas, aprendidas a fuerza de seducir muchachas y engañar a maridos celosos, que en la fuerza de sus quinientos soldados, 13 fusiles y 15 caballos.
La ocupación de la Habana por los ingleses en el siglo XVIII tiene antecedentes en la oreja cortada de un contrabandista llamado Jenkins. Representó para los cubanos una prosperidad económica sin precedentes que fue interrumpida por las envidias de otras colonias inglesas caribeñas. Comerciantes y terratenientes jamaicanos influyeron en el rey inglés para que devolviera la estratégica colonia a España a cambio de la poco poblada Florida, donde mismo había perdido su oreja el infortunado Jenkins a manos de un capitán español.
Estas y otras muchas anécdotas, contadas con un dominio envidiable del idioma español, llenan “Biografía del Caribe” del escritor colombiano Germán Arciniegas. Un libro ameno y bello que, tomando el Caribe como centro y pretexto, narra cuatrocientos años de historia de los pueblos americanos y europeos que en ese mar se encontraron, lucharon, se mezclaron, surgieron o fueron destruidos.
Hace unos días encontré este artículo, donde se cita al Che Guevara. Desde su pretendida superioridad filosófica, el Che critica a Arciniegas y le reprocha carencias políticas y egoísmo ideológico. Niega por ello, que Arciniegas haya escrito “una gran obra”.
Hoy el pensamiento político del Che Guevara está totalmente obsoleto. Sólo quedan de él unos aburridos manuales donde se explica cómo hacer la guerra de guerrillas en los montes de una Cuba que ya no existe y algunas camisetas de merchandising. Su pensamiento y su obra sólo han contribuido a subyugar a los pueblos que pretendía liberar de sus cadenas, a crear esclavos en lugar del pretendido Hombre Nuevo que proponía en sus discursos.
“Biografía del Caribe” queda para el disfrute de quien quiera abrir sus páginas. La lectura de sus historias de conquistadores, piratas, contrabandistas, reyes, comerciantes, patriotas y aventureros nos abre al conocimiento de una parte del pasado hermoso y cruel de la humanidad. Hoy he buscado el viejo ejemplar que atesoro hace años y he vuelto a releer un par de capítulos. Definitivamente, me quedo con Arciniegas.

Un fragmento de “Biografía del Caribe”:

“El bucanero (...) no tiene cuentas pendientes con ningún rey europeo. Su rey es su capitán y su capitán el mejor cuchillo de su pandilla. Todo, como entre hermanos. Cuando están en la isla, en patrullas de boy-scouts, se van a los montes a cazar puercos. Secan la carne al sol ahumándola en barbacoas –a la bucana, que dicen–. (...) Otras veces se van al mar. Se convidan para ir a correr a la ventura. Que cada cual ponga un poco de carne de puerco o de tortuga y lleve su pistola y su cuchillo. (...) Al primero que encuentran  le dicen: –¿Dónde están los cerdos? – Y si este no les lleva al corral y se los suelta, al infierno con él; le despachan de una puñalada y siguen preguntando. Hasta que dan con los puercos; los bucanean y en canoas se los llevan a las naves. Luego vienen los asaltos. Todo es cuestión de no dormirse en los cuchillos. Del botín nadie toca nada para sí; va al fondo común, que limpiamente reparte el capitán al terminar la jira. Cada cual recibe su parte y va a emborracharse...”