viernes, 13 de julio de 2012

El Chocolate del Loro


Es tiempo de recortes. Las tijeras se han puesto de moda y no hay gasto público o privado que no se cuestione. Se recortan salarios, subvenciones a medicamentos, horarios de trenes, stocks de empresas y plantillas, funcionarios, atención sanitaria a inmigrantes, prestación de desempleo, se recorta todo excepto el nivel de gastos e ingresos de los responsables políticos. No solo eso, algunos políticos incluso se suben el sueldo al asumir el cargo. Cuando alguien se atreve a mencionar ese campo virgen de recortes siempre se desecha la posibilidad de aplicarlos apelando al argumento de que son “el chocolate del loro”, es decir, que el ahorro obtenido sería tan ridículo que ni siquiera vale la pena intentarlo.



Y tienen razón. Aunque se recorten los salarios de los políticos, se eliminen coches oficiales, se deroguen pensiones vitalicias, se les obligue a viajar en clase económica con las rodillas pegadas a los respaldos del asiento delantero, el ahorro obtenido no sería suficiente para resolver ni siquiera una pequeña parte del grave problema de déficit público.

Pero tienen razón sólo en parte. El argumento económico-matemático no es el único a tener en cuenta. El malestar creciente entre ciertos sectores de la población, los autodenominados “indignados” puede ser compartido o no, pero no debería ser ignorado. Hay un amplio sector de la sociedad que percibe que cuando nuestros líderes políticos piden que todos arrimemos el hombro y nos sacrifiquemos, se refieren a “todos” excepto a ellos mismos. Es esencial que ese sector, los que peor lo están pasando en esta crisis, confíen en la sociedad y den margen de maniobra a los líderes políticos para reconducir la economía a un puerto mejor. Otras grandes crisis han servido para que los que tienen poco que perder sean manipulados, con resultados catastróficos para la sociedad, por todo tipo de benefactores de la humanidad y visioniarios de extrema izquierda o derecha.

 

Los más afectados por los actuales problemas económicos son difíciles de convencer con el argumento del “Chocolate del Loro” por varios motivos: Porque no suelen ser muy buenos en economía o matemáticas. Porque cuando hay políticos que cobran 20 veces el salario mínimo, muchos parados podrían pensar: “si este cobrara un poco menos, quizás habría dinero para pagarme a mí”. Porque al ver en los telediarios lo que algunos cargos políticos gastan sólo en cenas o viajes, más de uno pensará: “mi salario sí que es el Chocolate del Loro.”

 

En aras de la estabilidad social, los salarios y gastos de los cargos políticos o públicos deberían ser reducidos de forma proporcional (o incluso en mayor medida) a los recortes que afectan a los ciudadanos de a pie. Pero hay un obstáculo para la reducción de los salarios y gastos de los políticos, es que la mayor parte de las veces ¡ellos fijan sus propios ingresos! Es evidente que nadie reduce alegremente sus propios ingresos a cambio de nada. Los ingresos y gastos de los políticos deberían de estar regulados por ley u otros mecanismos que no dependan de los interesados. A los que esperamos una deriva en esa dirección, sólo nos queda esperar que algún partido lo proponga, votarle y que luego cumpla sus promesas.