martes, 1 de noviembre de 2011

Gadaffi, Diablo y dictadores que mueren en la cama.

Los que han jugado hasta el final al videojuego Diablo sabrán que después de bajar todos los niveles, matar a miles de monstruos y demonios y derrotar al mismo Diablo amo del inframundo, el protagonista, y por ende el jugador mismo, arrebata del cadáver de su enemigo la gema que le confiere el poder y la encaja en su propio ojo. Así el héroe se convierte en el nuevo señor de los infiernos.
Tras la reciente captura, golpiza, sodomización, muerte y entierro secreto de Gadaffi, la prensa y el cibermundo se ha lanzado en masa a buscar paralelismos y antecedentes.
Hemos recordado el fusilamiento de Ceaucescu, a Mussolini colgando boca abajo, a Hitler suicidándose en su bunker, a Somoza saltando en pedacitos, Luis XVI y su cabeza en una cesta, Calígula cocido a puñaladas.
Pero han olvidado mencionar a Batista, que murió tranquilamente en Marbella, a Franco, Stalin, Mao, Duvalier, e infinidad de monarcas absolutos y déspotas, que murieron con tranquilidad cuando fueron suficientemente viejos, y cuyos herederos, en muchos casos, aun se relacionan de una forma u otra con el poder. Por no mencionar a los que siguen en activo, los Castro, Putin, Chavez, Mugabe y un largo etcétera.
La tiranía suele salir gratis. Los dictadores martirizan a su pueblo durante años y dejan a sus países en un estado lamentable. Casi siempre en medio de un retraso cultural, político, económico considerable en relación a otros países del entorno. Mientras desangran a sus compatriotas, amasan grandes fortunas y prestigio político que luego son transmitidos a sus descendientes, incluso cuando finalmente la fortuna les es adversa.
La forma en que ha muerto Gadaffi es repugnante. Pero no porque no se mereciese esa muerte. Sino porque es triste que los supuestos libertadores de un país sellen su triunfo con un acto de barbarie que los equipara al tirano que han asesinado. Supongo que esos chicos de
Misrata no habían jugado al Diablo.



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